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Skay Beilinson, el corazón de los Redonditos de Ricota, cumple 70 años

En su bronca, producto de disputas personales irreconciliables, alguna vez el Indio Solari, el cantante de los Redonditos de Ricota, minimizó la influencia de Skay, el guitarrista de la banda en la sonoridad del grupo. “Algunos riff”, dijo, con cara de darle poca importancia.

Pero, si separase la paja del trigo, el Indio sabe que de la misma manera en que no hubiesen existido los Redondos sin él, tampoco habría sido posible su existencia sin Skay Beilinson en la guitarra.

Creando, mucho antes que ejecutando, aquellos riff que a lo largo del tiempo hicieron historia.

Es la historia de este músico que hoy cumple 70 años y que no cuenta con la misma popularidad entre ricoteros que su ex socio, aunque sí con el mismo reconocimiento. Salvo el Indio, no hay fan de Patricio Rey que cuestione la trascendencia musical de Skay en esta banda.

El guitarrista es el responsable de memorables fraseos que dieron su carácter definitivo a clásicos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, pero además dotó al grupo de personales colores a partir de la introducción de elementos de la música judía y gitana, totalmente novedosas en la escena local.Todo ello sin sacar su pie del sonido rockero heredado de “héroes” de la guitarra como Keith Richards o Mark Knopfler, y tomando distancia además del viejo vicio de los tradicionales intérpretes del género de sumergirse en largos y virtuosos solos.A la usanza de Jimmy Page (Led Zeppelin) , Beilinson no edifica canciones, sino catedrales sonoras: himnos de una arquitectura forjada en un estilo muy propio, que sigue siendo parte de la conformación estética de sus siete discos solistas, y aún del muy interesante material que estuvo subiendo durante la pandemia, de a un tema por mes.

Que muchos de los primeros músicos Redonditos lo recuerden como aquel que dirigía los ensayos con un silbato-péndulo en su pecho para domar el caos seminal tampoco aclararía los tantos. Las canciones quedan, y su impronta es innegable.

Pero la marca dejada por Skay también se explica en su enigmática figura, que arriba del escenario encarna un personaje de rockstar pero debajo de él se convierte en un hombre entregado a una sencilla vida espiritual, en la que los libros, la música y su endogámica relación con su pareja Poli ocupan el exclusivo centro.En esos planos se mueve este hombre con una sabiduría cuasi-zen proveniente de sus intensas vivencias familiares y personales, y de sus largas reflexiones surgidas de sus lecturas y experiencias propias.Que nación bajo el nombre de Eduardo en una familia acomodada de origen judío y que estudió guitarra desde chico.

Y que descubrió el rock en un viaje por Francia y el Reino Unido a fines de los 60. Y, a su manera y con su estilo, lo reinventó en la Argentina.

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