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Julia Roberts y George Clooney, los reyes de la comedia, para una que levanta poco vuelo

Si usted estaba extrañando las películas en la que una pareja pelea y se enamora en un contexto exótico y paradisiaco (Como si fuera la primera vez, Una esposa de mentira, Luna de miel en familia), no hay de qué preocuparse.

Ol Parker, el director de la innecesaria secuela de Mamma Mia y el guionista de la simpática segunda parte de El exótico Hotel Marigold, utiliza la misma premisa de las comedias románticas de enredos protagonizadas por Adam Sandler, Drew Barrymore o Jennifer Aniston situadas en lugares de ensueño, pero con un giro particular.

Esta vez Sandler es reemplazado por George Clooney y Barrymore (o Aniston), por Julia Roberts.

Esta es la historia. Clooney es David, un arquitecto y Roberts es Georgia, una curadora de arte. Los dos estuvieron casados, pero ahora no se soportan.

De su matrimonio fallido resultó una hija llamada Lily (Kaitlyn Dever de la miniserie Dopesick), quien acaba de graduarse como abogada. Lily viaja a la isla de Bali con su amiga Wren (Billie Lourd, quien ya había trabajado con Dever en Booksmart) para darse unas merecidas vacaciones y prepararse para lo que va a ser el primer día del resto de su vida.

Sin embargo, ella conoce en la isla paradisiaca a Gede (Maxime Bouttier, de las miniseries Rewrite y Unknown), un apuesto chico que trabaja como cultivador de algas y de quien Lily queda perdidamente enamorada.

Pasa algo más de un mes y Lily invita a sus padres a su matrimonio. Escandalizados y preocupados de que su hija cometa una grave equivocación, David y Georgia viajan a la isla para impedir el matrimonio. Lo que sigue es lo típico de una comedia romántica de este tipo (es imposible no saber cómo va a terminar).

Roberts y Clooney le dan a Pasaje al paraíso un aire de comedia de la era dorada de Hollywood como La pícara puritana o El padre de la novia, y la fotografía de Ole Bratt Birkeland (Judy) cumple con el propósito de hacernos soñar con viajar a Bali (pese a que fue filmada en Australia).

Pero la película no pasa de ser un producto de entretenimiento ultra ligero.

Desde Un día inolvidable, Clooney había jurado no volver a protagonizar una comedia romántica.

Todo parece indicar que aceptó actuar en esta cinta para financiar su próximo proyecto importante como director.

Pero, al parecer, tanto él como Roberts se divirtieron mucho filmándola y es precisamente ese entusiasmo reflejado en la pantalla, lo que llega a salvarla.

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