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“Clics Modernos”, el álbum que refrescó el rock argentino

Por Roberto Blanco Macor

“Están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir siendo tan normal

“¿Qué quedó del Charly de Serú Girán?

-“Nada…”

Esa pregunta de un periodista antes de presentar “Clics Modernos” en el Luna Park, en diciembre de 1983, demostraba la mirada crítica que tenía la prensa sobre el nuevo disco de García, con un sonido que no era comprendido.

La respuesta del músico definía toda la postura estética y creativa de este Charly, que luego de hacer explotar Buenos Aires en el estadio Ferro, a fines de 1982, decidió un gran cambio en su concepto musical y donde hacerlo.

Impulsado por amigos, decidió viajar a los EE.UU. y luego de pasar por Los Ángeles, donde se vio con Pedro Aznar y Gustavo Santaolalla, tomó impulso y se instaló en Nueva York, ya con la idea de hacer algo diferente.

“Él se cansó de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci, se cansó de hacer apuestas, y se puso a estudiar”

Compró equipos nuevos, se instaló en un Hotel, los primeros tiempos (uno donde habían vivido varias estrellas como David Bowie, The Clash y Bob Dylan). Pero luego de ese baño de ego, junto a su pareja Zoca alquiló un pequeño departamento en el Greenwich Village.

No fue fácil allí, por momentos, el mismo lo reconoció, quería “largar todo a la mierda y volver”, pero el músico necesitaba revolucionarse así mismo.

García era una estrella absoluta en la Argentina, pero tomar esa distancia de Buenos Aires e instalarse en la Gran Manzana donde no era absolutamente nadie, era parte de ese cambio.

También fue una elección de alejarse de un país que transitaba en ese 1983 los últimos meses de la Dictadura, y todo el clima que generaba la apertura democrática.

Allí, con 9 canciones en demos que había grabado antes de viajar en los Estudios del Jardín, le dio forma, especialmente en las letras a los que estaba por parir.

“No puedo largar, no puedo salir, no puedo sentir: amor es el sentimiento”

Un día se obsesionó por ir a al Electric Lady Studios, uno de los más importantes de Nueva York, que había sido fundado por Jimy Hendrix.

Con su amigo Pirin, que vivía en esa ciudad, llegaron y le propusieron a su actual dueño: “lo queremos para nosotros por un mes”.

El gerente se preguntó “si eran millonarios” porque la hora del estudio se cotizaba a “250 dólares la hora”. Charly sacó un fajo de miles de cara chica, y todo se cerró.

Allí apareció el su productor, Joe Blaney, en un listado de ingenieros, donde su nombre estaba en el último lugar, con pocas referencias para el músico nacional, pero con tiempo disponible.

Los planetas se alinearon: la química fue inmediata. Y ese mes de grabación fue un momento lleno de creatividad y búsquedas.

Se sumó Aznar, y se contrató grandes músicos sesionistas como el guitarrista de jazz Larry Carlton (había ya grabado con Joni Mitchel y Steely Dan), y el baterista Casey Scheuerrell, aunque Charly decidió, junto a Blaney, usar mucha caja de sonido con la Roland TR 808.

“Trabajar con Joe fue maravilloso, era un productor con una cabeza muy grande, que venia de grabar con The Clash, tenía un productor roquero por primera vez en mi vida”, contó años después García.

“Acabo de llegar no soy un extraño, conozco esta ciudad, pero no es como en los diarios”

Lo que vino después no fue tan fácil. Por sugerencia de su manager de entonces, Daniel Grinbank , la mezcla se había arreglado realizarse en Los Ángeles, y fue la peor decisión.

A García le tocó un ingeniero que todo el tiempo lo ninguneaba y lo trató como un “chico caprichoso”. Mala mezcla.

“Todo mal. Cuando ya estaba llorando en la pileta de un hotel, en el medio de la nada, con un disco que no avanzaba me tiré en la parte baja y me pegué un cocazo. Me acuerdo de que volví a la habitación, sonó el teléfono y era Blaney; yo le pedí perdón en todos los idiomas y me dijo: ‘Tengo cuarenta horas de estudio en Nueva York…’.

“¡Sí! ―le dijo― ¡Sí!”, y volvió esa misma noche

Fueron días espectaculares para García que redondeó el álbum mientras compartía horas y cenas con la legendaria Laurie Anderson, que grababa un disco en el estudio de al lado

“Aunque cambiemos de color las trincheras, aunque cambiemos de lugar las banderas”

Originalmente el disco se iba a llamar “Nuevo trapos” y de hecho hubo una foto de tapa ya armada, con el concepto de grafitis en una pared, pero en esa salida con el fotógrafo Uberto Sagramoso, un argentino que vivía exiliado en Manhattan, encontraron otra tapa.

Caminaron unas cuadras más y vieron tres grafitis. Charly se sentó al lado de uno de ellos, que decía “Modern Clix”, y fue la foto que quedó. El mural estaba en la intersección de Walker Street y Cortlandt Alley, próximas a Chinatown.

“Modern Clix” era una banda nueva de Nueva York pero eso no preocupó a Charly que si sintió que el concepto de la producción se simplificaba mucho con la idea de modernidad.

Este lunes 6 de noviembre, a 40 años de la salida del disco, en esa esquina, donde hoy funciona un restaurante, se colocará una placa que la recordará como la ochava de Charly García.

“No tengo agua caliente en el calefón, no tengo que escribir canciones de amor”

Las nueve canciones de Clics Modernos, en su composición musical y su poesía, revelan todo un cambio en García, con una mirada lejana pero más argentina que nunca. Lo vuelve a revelar a Charly como el mejor narrador de nuestra historia.

Pecado Mortal (que SADAIC convirtió en “Nos siguen pegando abajo”) narra el clima de represión de los años oscuro de la Dictadura , que se continúa con “No nos dejan salir”.

“No soy un extraño” es el tango del álbum, y revela tal vez la primera canción que habla de la homosexualidad en el rock argentino.

La intolerancia, la responsabilidad de una sociedad que no podía aceptar lo diferente y necesita exculpase en el otro es parte del concepto de “Báncate ese defecto”.

En “Transas”, que nuevamente SADAIC re título “Dos cero uno”, se defiende de las críticas del pacato mundo del rock nacional por aceptar el apoyo publicitario de Fiorucci y Levis, quienes auspiciaron el recital de Ferro de 1982.

“Si querés hacer mejor música y mejores producciones necesitas dinero.”, se justificó el músico que todo lo ganado en esos tiempos lo puso en su nuevo álbum.

“Ojos de vídeo tape”, es una canción que escribió en una noche despues de ir a presenciar un recital de David Bowie que presentaba su álbum “Let’s Dance” como lo que era: un duque todo vestido de blanco.

En este disco hay un himno para toda una generación y para aquella Argentina de 1983: “Los Dinosaurios”.

““Imaginé que me levantaba un día y desaparecía un reloj. O cosas chiquitas, Por la mitad, empecé a hacer referencia a que ‘un amigo está en cana’, ‘desaparece el mundo’, ‘puede desaparecer todo el mundo’ “, contó y reconoció que nunca la pensó como una canción política y que finalmente fue.

Esa canción ya estaba instalada en mucha gente – es la única que no tiene estructura de sonido moderno- y había sido estrenada en diciembre de 1982 en el programa 9PM de Lalo Mir y Elizabeth Vernacci en FM de radio Del Plata, y se tocó por primera vez en el recital de “Yendo a la cama al Living”

Miren lo están golpeando todo el tiempo, lo vuelven a golpear: nos siguen pegando abajo”

El 5 de noviembre de 1983, a solo 6 días de las elecciones que consagraron a Raúl Alfonsín, se editó, hace 40 años “Clics Modernos” y sin Charly en Argentina que aún seguía en Nueva York.

Había ya recibido algunas críticas por no haber estado el día de las votaciones. Injusta mirada para uno de los artistas que mas hizo para salir de la Dictadura.

Este álbum revolucionario que fue bisagra en el rock argentino y abrió una nueva etapa en su sonido, obviamente no fue rápidamente comprendido.

El new wade, esa modernidad que proponía el bicolor era mucha información para asimilarla rápido. De alli la pregunta de los “especialistas” de donde quedó el músico de Serú.

En medio de esa lupa injustificada sobre su creación, armó una nueva banda para presentar en diciembre, ya en Democracia su obra maestra, y lo hizo con una selección con Willy Iturri (batería), Alfredo Toth (bajo), Pablo Guyot (guitarra), Daniel Melingo (Saxo), Fabiana Cantilo (voces9 y Fito Páez ( piano) , en los conciertos donde tocó de espalda al público.

A cuatro décadas ya nadie discute el valor de este álbum que figura omo el 2° mejor disco de Rock de la historia en la Argentina y el 3° entre los 250 mejores discos de Rock latino.

Desde aquel día, el rock argentino ya nada fue igual y ese cambio en la historia se lo debemos a Charly, una vez más

“Porque algún día se va abrir esta trampa mortal… “

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