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Diego Maradona en el Sevilla, el regreso después de la tormenta

El destino quiso que fuera en Bilbao, en San Mamés, en casa del equipo con el que había tenido problemas en su etapa de jugador del Barcelona. El destino quiso que Diego Armando Maradona volviera a la Liga en La Catedral, en un Athletic-Sevilla de domingo a las cinco de la tarde con campo embarrado.

Pero ahí estaba el mito. Volviendo a España con el equipo andaluz en el día más emotivo de 1992 para un buen aficionado al fútbol.

Maradona había llegado a Sevilla tres semanas antes pero no podía debutar hasta que la forma física se lo permitiera y hasta que terminara de cumplirse una sanción por doping de abril de 1991, en Nápoles. Estuvo en el palco en dos encuentros del Pizjuán y jugó un amistoso ante el Bayern a finales de septiembre.

Pero aquel 4 de octubre de 1992, hoy hace treinta años, debutó oficialmente con la elástica sevillista. Fue un 2-1 en contra de los de Bilardo, el campeón del mundo con Argentina en 1986.

Al mítico técnico le había encargado el presidente Luis Cuervas la tarea de llevar al equipo aquella temporada. Ya había ilusionado, a finales de junio, su llegada. Imagínense la de Maradona.

La del astro argentino se había empezado a fraguar en julio pero no acababa de confirmarse.

El castigo por doping caducaba en octubre de aquel 92 pero Luis Cuervas mantuvo unas negociaciones infernales para tratar de convencer a Corrado Ferlaino, máximo dirigente del Nápoles, que no dejaba ir a Maradona porque el contrato con los napolitanos terminaba en junio de 1993.

Todo se arregló y el pelusa, agobiado en el ambiente napolitano, llegó a Sevilla el 10 de septiembre.

El partido de su debut en Bilbao fue bravo, no diría que brusco, lo que sucede es que en aquella época el fútbol era así. Muchos se apartarían de la pantalla si vieran cómo se las gastaban entonces, defensas, centrocampistas e, incluso, algunos delanteros.

A Maradona le cubrieron bien y le dieron patadas pero lo normal por aquella época. Es verdad que una de ellas, del jugador del Athletic Lakabeg, acabó con el astro doliéndose en el césped y con su tobillo, ya maltrecho de por sí, hecho polvo.

Infiltrado pudo jugar la siguiente fecha, el miércoles 7 de octubre en un partido en casa, debut ante los suyos, contra el Zaragoza.

Aquel día marcó de penalti y tuvo el detalle de plasmar ante las cámaras de Canal Plus una filigrana con una bola de papel que cayó de la grada.

Dominando aquello como si tuviese una pelota de fútbol, la imagen dio la vuelta al mundo. Volvía un genio.

No tuvo una temporada excelente pero dejó sus cosillas. 8 goles en 29 partidos.

Maradona era, junto a Suker, el mejor de aquella plantilla sin necesidad de hacer un partido excelso.

La primera vuelta y parte de la segunda fue muy buena. Especialmente un partido en el Pizjuán ante el Madrid de Floro en el que Diego hizo añicos al equipo blanco.

Cada partido en Sevilla era una fiesta, cada entrenamiento seguido por casi 4.000 aficionados y cada partido de foráneo, una oportunidad única de ver en España a uno de los mejores de la historia.

El final del cuento acabó mal. Maradona se peleó con Bilardo a finales de año y ya vaticinó que, a pesar de tener contrato, sería complicado renovar. En la penúltima jornada de Liga, el Burgos visitaba Nervión con la clasificación para la UEFA en juego.

A veinte minutos del final Bilardo cambió a Maradona y éste se revolvió, insultando a su técnico y amigo. Allí acabó todo.

Aunque había empezado a terminarse mucho antes.

En febrero Simeone y él se marcharon a Argentina, llamados por la selección para un encuentro ante Dinamarca, en contra de las órdenes del club. Hubo sanción y la relación entre Cuervas, Bilardo y el propio Maradona comenzó a debilitarse.

Y después del partido ante el Burgos todo explotó. Consideró Diego que Bilardo le traicionó y su relación se mantuvo distante durante muchos años después de aquello.

En un fantástico documental de Movistar Plus donde se refleja aquel año de Maradona en España, Pepe Prieto, rudo defensa de esa época, cuenta que los jueves por la noche salían a cenar y deja claro que las noches eran complejas para un tipo como el argentino.

“Esas cenas eran semanales, muy divertidas pero para todos terminaban a las doce. Menos para Diego, que no podía irse a las doce a dormir.”

La historia se cuenta luego por si sola. Salió de Sevilla para volver a Argentina y jugar año y medio a un nivel aceptable.

Fue convocado por Basile para el Mundial de EEUU’94, quizá el último de su carrera. Allí, cuando le había marcado un golazo a Grecia en el primer partido y había exhibido su talento ante Nigeria, dio positivo por doping.

Fue expulsado y allí se terminaron las opciones de una selección que tenía todo para ser campeona del mundo.

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